Opinión

Josefina Aldecoa ha muerto un poco más

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El proyecto de la escritora y maestra, el colegio Estilo, centrado en la educación laica que nació en plena dictadura franquista, cierra sus puertas por baja rentabilidad

En mi colegio no se hablaba de religión. Matizo: no se hablaba de una religión, sino que hablábamos de todas, sin memorizar nada ni examinarnos. En mi colegio no estudiábamos con libros de texto; hacíamos nuestros cuadernos a mano, había pocas pantallas y nos aprendíamos poemas que recitábamos en voz alta. En el recreo las niñas jugábamos al fútbol con ellos, los niños. Los viernes teníamos clase de teatro y no sé qué otro día, de ajedrez.

Sí, sé en lo que estáis pensando. En una burbuja. Es cierto.

Pero ese era mi colegio, el Estilo; el de mi maestra, la escritora Josefina Aldecoa. Y, como decimos aún hoy cuando nos encontramos los de clase, además de nuestro colegio era también nuestra segunda casa. Porque eso es lo que hizo Josefina: crear una gran familia.

He leído artículos estos días que anuncian el cierre definitivo del Estilo por problemas económicos y hay cosas que me han dolido; lo que más, la constante mención a que al colegio fue el actual diputado de Ciudadanos Marcos de Quinto.

Pienso en Josefina. De pronto la veo caminar suavemente por los pasillos. Su mano que desliza la puerta blanca de clase cada mañana y su cara sonriente dándonos los buenos días. Noto sus pasos elegantes, veo su (nuestra) biblioteca, escucho su voz calma, leyendo en voz alta. Ella en su despacho sentada, con las gafas puestas, un poco caídas. Y luego pienso en todo lo demás. Espadaña, aquella revista antifranquista de la que formó parte y en la que publicaban a Celaya y a Vallejo. Pienso, cómo no, en Historia de una maestra —que leí y releí de adolescente y cuya dedicatoria es apenas legible ya—, y en Gabriela y en sus escuelas rurales. “La vida se recuerda a saltos, a golpes”. Pienso en la inmensa conciencia histórica que caracterizaba a Josefina y a sus compañeros y amigos: Ferlosio, Martín Gaite…; y en la esperanza que transmitía mi maestra. Entonces releo los artículos que informan del cierre del colegio y pienso: si levantara la cabeza.

Aldecoa creó un colegio laico heredero de la Institución Libre de Enseñanza en el que sus profesoras (eran casi todas mujeres) potenciaron, sobre todo, el pensamiento crítico. Recuerdo a Poly hablarnos de sexualidad y de la regla y del VIH. Miro atrás y afirmo que también nos enseñaron a ser tolerantes y, por encima de todo, a amar los libros (gracias, Esther). Fui, sí, una privilegiada. Luego, cuando cumplí doce, mis padres me dijeron: “Ya está bien de vivir en una jaula de oro; ahora vas a conocer la pública”, y me llevaron a un instituto del barrio de Metropolitano; una gran hostia por la que les estoy muy agradecida. Porque ahora, muchos años después, habiendo conocido ambas cosas y habiendo estudiado en la universidad pública, afirmo que mi experiencia en el Estilo fue maravillosa y, a la vez, reivindico y me declaro firme defensora de la escuela pública. Y entonces me pregunto ingenuamente si hoy Josefina Aldecoa volvería a abrir un colegio privado. ¿Un modelo de enseñanza como el suyo no cabría jamás en la pública? Porque, en verdad, su proyecto educativo era sencillo. Su pasión era la enseñanza; su obsesión, la importancia de una educación laica, moderna y creativa.

El cierre del Estilo me entristece mucho no solo por lo afectivo sino porque un centro así, en el que se atendía de tal modo al pensamiento y a la creatividad, a la libertad y a la tolerancia (valores tan cercenados), fue clave cuando se fundó, en 1959, pero hoy era también muy necesario. Idealmente público, por supuesto. Quizá algún cambio en el sistema iba a ser posible. Quizá este país iba a dejar de parecerse tanto a la gran empresa en la que se está convirtiendo. No lo sabremos. Nos hemos quedado a las puertas: aquí están ya los bárbaros blandiendo sus espadas contra nuestra libertad de pensamiento y contra nuestro espíritu crítico. Hacia dónde estamos yendo.

Gracias, Josefina, por tu labor y tu entrega. El Estilo es y será siempre aquel lugar al que entrábamos con ganas, lleno de murales que cada fin de año pintábamos, lleno de libros. No se trata, no, de quién se sentó en sus aulas.

Sirva esto de homenaje a ella, a su hija y a todo el profesorado.

Sol Salama es fundadora de la Editorial Tránsito.

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