Opinión

Una dictadura feminista

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Si Ayuso tiene razón, probablemente debamos pensar que la RAE es una institución revolucionaria comandada por mujeres de la que poca neutralidad podemos esperar al respecto

Isabel Díaz Ayuso, candidata del Partido Popular para presidir la Comunidad de Madrid, y orgullosa defensora de la herencia de Aguirre, informó hace unas semanas de que “impera una dictadura feminista”. Quizás haya quien, ante esta inquietante noticia, se hubiera podido tranquilizar recurriendo al diccionario y comprobando que poco miedo podría dar una dictadura cuyo proyecto, el feminismo, consistiera en “la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre”. Sin embargo, seguramente no es tan sencillo. Si la señora Ayuso tiene razón e impera una dictadura, muy probablemente debamos pensar que la RAE es una institución revolucionaria comandada por mujeres de la que poca o ninguna neutralidad podemos esperar al respecto.

Si imperara una dictadura como la que la señora Ayuso trata de hacernos descubrir tendríamos muchos motivos para rebelarnos contra ella. Seguramente tendríamos un mercado de trabajo con una precariedad masculinizada y en el que los hombres acumularían los contratos parciales y los trabajos peor remunerados. Un hombre sería violado cada ocho horas y más de mil hombres habrían sido asesinados a manos de sus parejas y exparejas en los últimos catorce años. Si viviéramos en esa dictadura no tendríamos muchos hombres al frente del Gobierno del país, como tendríamos menos hombres en el Congreso de las Diputadas, el número de directivos varones no superaría el 17% y solo habría mujeres en los puestos de responsabilidad de las universidades o en los altos cargos del poder judicial. Los hombres sentirían en sus propias carnes el miedo de caminar solos por las calles de noche, se sentirían expuestos a los comentarios de las mujeres en el metro o a los manoseos en el autobús.

En esa dictadura tanto la escuela, como los medios de comunicación, el cine o la publicidad podrían servir para transmitir a los hombres la idea de que su cometido social es cuidar de otros. Seguramente se financiaría con dinero público a los colegios que segregaran por sexo e, incluso, podrían ponerse en marcha —por ejemplo en Alcorcón— cursos de formación profesional exclusivos para chicos en los que enseñarles cocina y confección. En ese imperio de las mujeres, los hombres tendrían que asumir su tarea reproductiva y no sería descabellado que algún dirigente político justificara que sus elecciones libres deben estar supeditadas a la necesidad de que nazcan más niños y podamos pagar las pensiones.

Sin embargo, ni la RAE es un comando revolucionario, ni tiene sentido nada que se pueda llamar “dictadura feminista”, ni desde luego impera un régimen contra los hombres. Quizás, si hay tanto miedo al feminismo es porque hay quien piensa que las feministas queremos hacer con los hombres lo mismo que durante siglos y siglos se ha hecho con nosotras. El feminismo, sin embargo, no quiere esto para nadie. Por eso, porque tampoco lo queremos para las mujeres, combatimos la brecha salarial o la desigualdad de las pensiones, por eso reivindicamos nuestro derecho a decidir sobre nuestra maternidad y por eso pedimos que el cuidado sea una responsabilidad compartida por toda la sociedad. Por todas esas cosas nos oponemos a quienes gobiernan contra nosotras, a los Casados y a las Ayusos. Y por eso saldremos este 8 de marzo a las calles a luchar, un día más de muchos que quedan por venir, por la igualdad, por los derechos y por la libertad.

Clara Serra es portavoz del grupo parlamentario de Podemos en la Asamblea de Madrid. 

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